La labor de un corrector de estilo ha sido subestimada por muchos años, hablando de nuestro país, y ello se debe en gran medida al desconocimiento de dicho oficio. Sí, hasta hoy es un hecho que el corrector se hace “sobre la marcha”, no se forma en una institución.
Sin embargo, parece que cada vez más surgen diplomados y talleres que buscan reivindicar su labor, además de que parece haber mucho mayor interés de la gente por “profesionalizarse” no sólo en la corrección de estilo, sino también en la ortotipopgráfica.
Si tú tienes interés en trabajar como corrector, debes saber que resulta primordial tener una ortografía impecable y conocimientos amplios de gramática española; si sabes de morfosintaxis, es un plus. Estas habilidades se aprenden, sobre todo, leyendo, ya que el punto medular es ser buen observador y trabajar al detalle.
No se trata sólo de poner o quitar comas y puntos, identificar errores de dedo o poner alguna mayúscula que se “barrió” por error. Es algo más. Es entender lo que se lee, analizar la sintaxis, la estructura de cada frase o enunciado, conocer de concordancia, y sí, darle un estilo al contenido, hay que dotar de personalidad al texto.
Lo anterior se logra identificando el público al que va dirigida la información, pero sin perder de vista la originalidad del autor y, sobre todo, darle un objetivo muy claro para que el mensaje que se emite genere el efecto deseado.
Y si bien es cierto que la lectura es imprescindible para la formación de los correctores, no basta con ello. Resulta forzosa la práctica diaria del análisis de textos, de la deconstrucción de párrafos y de la consulta de información, entre otras particularidades.
Si quieres saber más al respecto o estás interesado en convertirte en corrector de estilo, en editorial Folia te pueden orientar.